Dramas y caballeros, con todos ustedes, Luis Ramiro. Así podría ser la presentación de cualquier concierto de la gira del segundo disco de este cantautor madrileño amante de los juegos de palabras (presentes en el título del disco y en las canciones, incluso rizando el rizo como enEsdrújulo) y de letras con vida propia. Acompañado en esta segunda aventura por gente de renombre como Pancho Varona, José Antonio Romero y Antonio García de Diego, la gente que trabaja a la sombra en los discos de Sabina.
El disco es un un manual de temas con alma, que cuentan historias que van desde la esperanza de La distancia, la reconciliación eterna deDiecisiete, la rabia de la ruptura en Romper, la extraña naturaleza del amor de El reloj, el desconsuelo de Relocos y recuerdos, el miedo al compromiso de Tonterías, los amores imposibles de Te quiero y Te odio, el hastío en Mientes, el amor incondicional de Un paraíso con gastos pagados, el arrepentimiento de Porno, la llamada desesperada de Sálvame, la desilusión de Esdrújulo y las historias inolvidables de Mayo de 2002.
Luis tiene la habilidad para que sus bellísimas canciones te toquen, de uno o de otro modo. Cuando crees que una canción no va contigo va y te suelta una estrofa con la que, en mayor o menor medida, te metes en la piel del personaje de sus canciones al recordarte situaciones y momentos de tu vida. Así ese “viajaré en barco, en elefante, en tren” del primer corte del álbum te teletransporta al sofá de la casa de tus padres a la hora de la siesta viendo La vuelta al mundo de Willy Fogg o “no se puede olvidar a la reina jugando a las damas” (Diecisiete) una de las muchas frases geniales para enmarcar que nos deja para el recuerdo uno de los mejores discos en español del año. Un disco que, ventajas de la autoproducción, cuando lo requiere, cambia el registro típico del tema acústico de cantautor para sonar como una gran banda de pop, sin que se resienta su calidad.